Se trata, entonces, del hombre que se ejercita, que trabaja disciplinadamente consigo mismo; de
la vida como un ejercicio de superación, de fortalecimiento, de abandono de la pasividad que
enferma y de las repeticiones que la determinan.
La Antropotécnica está del lado de los que escuchan la voz que les dice que pueden cambiar, de
los que no se conforman con establecerse en la inercia del sufrimiento, de los que intentan
hacer de sí mismos algo mejor, de los que, finalmente, siguen el imperativo de no continuar del
mismo modo y transformarse. Hacer algo mejor es sentirse mejor, y que la vida deje de ser una
lucha a muerte por puro prestigio.